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Sobrevivir a un mes de política turca


Turquía no cabe en un titular. Nada de lo que ocurre este país se puede explicar correctamente en una frase, un párrafo o una crónica. Su sociedad es compleja; su cultura, mixta y su historia reciente, convulsa. Muy convulsa. Además, aterrizar en Estambul solo un día después del atentado más letal de la historia del país no hace más que añadir una nueva, enorme y amorfa pieza al rompecabezas turco.

Un mes para la inmensidad turca no es nada. Los corresponsales que más tiempo llevan en el país dicen no entender todavía por qué pasa lo que pasa en estas tierras. Y algunos turcos se rinden al ver el resultado de las elecciones generales del 1 de noviembre y admiten que simplemente la política aquí es imposible de comprender.

Aun así, 31 días quizá son suficientes para comenzar a intuir algunos patrones que guían los hilos políticos del país. Una temeridad, posiblemente, pero mucha lectura y la tímida abertura de piernas que es la propaganda de los partidos durante una campaña electoral generan corriente y levantan un poquito la falda del país, para que se pueda mirar qué demonios hay ahí abajo.

Por ahora creo distinguir tres cosas.

Momento de un acto electoral de un candidato del AKP en la conservadora ciudad de Konya // JPC

Con una buena conspiración se justifica todo.

Desde que se fundó la República de Turquía en 1923, el conocido como “Estado profundo” ha sido omnipresente. Como Estado profundo se conoce a una abstracta y probablemente poco organizada red de personalidades de la jefatura de las Fuerzas Armadas y segmentos de la magistratura y del resto de la Administración pública. Durante el siglo XX, mientras en Turquía avanzaba poco a poco el modelo democrático, el Estado profundo era el que realmente gobernaba desde la sombra. O gobernaba o dejaba gobernar siempre y cuando se respetaran los valores fundamentales de la República, es decir, el secularismo y el nacionalismo. Y cuando no se respetaban, pues intervenían, directamente o indirectamente. De ahí los diferentes golpes de Estado y la guerra sucia y encubierta contra prácticamente todo lo que se movía en contra de ese secularismo y nacionalismo, ya fuera porque eran demasiado religiosos, demasiado kurdos o demasiado cualquier otra minoría a la que le faltara “turquedad”.

Con este contexto es normal que un Gobierno o un presidente como Erdogan cada vez que le convenga recurra a la teoría de una conspiración en contra del poder “elegido por el pueblo”. Y la gente cree en estas teorías, cómo no, con este panorama. De ahí que, a pocos días de las elecciones, calara perfectamente entre los votantes la idea del “cocktail de terrorismo”, utilizada por el sector progobierno para referirse a los autores del atentado de Ankara, con la intención de sacar rédito polícito implicando a los kurdos del PKK en un asunto en el que parece que no tuvieron nada que ver (vamos, algo así como lo de ETA y el 11M).

Por eso también Erdogan y todo el partido islamista del AKP pueden recurrir a la teoría del “Estado paralelo” para perseguir al movimiento islamista de Fethullah Gülen, un predicador que creó una inmensa red de colegios y asociaciones comerciales al que ahora se acusa de querer derrocar al Gobierno. Eso después de haberse apoyado en él para llegar y afianzar su poder. En Turquía no hay dos pueblos enfrentados, sino tres ideologías incompatibles. Secularismo, islamismo e independencia/autogobierno/autonomía kurda.

Esas son las tres posiciones que se disputan los partidos políticos. Los prokurdos del HDP consiguieron abrir el último frente con un discurso más integrador, apelando a la izquierda turca para alcanzar las llaves del Parlamento, que están en la estantería del 10% de los votos. Tiene que ser así porque no todos los kurdos están unidos por la misma causa. Ni de cerca.

Muchos apoyan a Erdogan. De hecho, se estima que hasta un millón de personas que votaron en junio al HDP cambiaron de opinión en noviembre y se decantaron por el AKP. Y es que gran parte de los kurdos son muy religiosos, musulmanes suníes, precisamente el votante objetivo de otra de las ideologías turcas: el islamismo. El islamismo del AKP ha conseguido absorber gran parte de la ideología nacionalista, que es el gran pastel de la política turca, del que todos los partidos comen (a excepción del HDP, que, bueno, a su manera también pica). Los que se emocionan con la bandera turca y las imágenes de Atatürk pero también tienen fuertes sentimientos religiosos se marchan ahora en masa con el partido que fundó Erdogan. El MHP, que pone la identidad "turca" por delante de la "musulmana", cada vez pinta menos. En cambio, los que se emocionan con la bandera turca y las imágenes de Atatürk sin ningún tipo de vocación religiosa se quedan con el CHP. Es decir, estos son los que apoyan la otra ideología del país: el secularismo, o kemalismo.

El conflicto turco-kurdo existe, por supuesto, pero el análisis sería demasiado simple apuntando a las armas en el sudeste del país. Fethullah Gülen es el único que puede derrotar a Erdogan. O al menos ponerle la zancadilla para que tropiece y no pueda seguir avanzando hacia la presidencia absoluta. Y quizá sea ya demasiado tarde.

Erdogan tiene a casi 50% de la población con él. Quizá no todos los votantes del AKP apoyen un sistema presidencial a su cargo, pero no hay duda de que lo toleran. Las elecciones de hace 10 días lo dejaron claro. Además, la idea de un líder fuerte, aunque se le vaya la mano un poco con los derechos humanos, pero guiando al país y logrando estabilidad, eso gusta entre muchos turcos. No deja de ser lo mismo que hizo Atatürk al fin y al cabo, salvo que él tenía varios imperios queriendo invadir Turquía, y Erdogan… Erdogan dice que tiene muchas conspiraciones en su contra.

Entre ese 50% la oposición no tiene nada que hacer. Ni los secularistas, ni los kurdos, ni los ultranacionalistas, ninguna de esas opciones es atractiva para los votantes que ponen la religión al mismo nivel o por encima del sentimiento nacionalista turco. Solo el movimiento Gülenista puede hacerlo.

El Opus Dei musulmán, como algunos han llegado a describir la red creada por Gülen, que desde 1999 vive en Estados Unidos, dispone de cientos de colegios e innumerables asociaciones y acuerdos comerciales en Turquía y en muchos otros países. Miles y miles de personas han pasado por sus instituciones educativas o se han hecho ricos en organizaciones empresariales conformadas por esta red. Es el "dinero verde", por el color del Islam, de los "tigres anatolios", empresarios de éxito procedentes de ciudadades conservadoras del centro de la península anatólica, como Kayseri o Konya. También, por supuesto, posee el predicador medios de comunicación, que recientemente han sufrido unas sonoras y mediáticas redadas. Porque sí, después de un idilio político-empresarial-ideológico que durante más de una década fue maravilloso, ahora Gülen y Erdogan no se pueden ni ver.

Su desencuentro comenzó a finales de 2013, después de las protestas Gezi, cuando, por cierto, los medios de Gülen aún atizaban bien a gusto a los manifestantes. No obstante, el culebrón Erdogan-Gülen no ha terminado, y los turcos dubitativos entre el AKP y el movimiento del predicador todavía se pueden encontrar sin dificultad. Además, el Gobierno está aumentando la presión. La espectacular ofensiva contra sus medios justo días antes de las elecciones no parece que fuera casualidad.

En este sentido el ataque judicial contra medios de comunicación opositores, en la que tanto estamos insistiendo desde la prensa internacional, cobra más sentido en este sentido. Los islamistas del AKP no tienen tanto interés en cerrar la boca a toda la prensa crítica, sino a la prensa crítica que más daño le puede hacer, la islamista de los gülenistas. La fijación con este grupo, de hecho, ha llegado a incluir a Fethulla Gül en la lista de los criminales más buscados, entre miembros de la guerrilla kurda del PKK y del autodenominado Estado Islámico.

Si Erdogan consigue derrotar por completo el Gülenismo, nadie le podrá arrebatar la mitad del país. Y eso quizá sea suficiente para cambiar la Consitutición y redactar una nueva a su imagen y semejanza.

#turquía #erdogan

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